Cuando Chona era pequeña, como a los tres años, se atrevió a decir que era la madre de sus tías, es decir, la reencarnación de su abuela paterna: Leonor. Las tías paternas la escucharon maravillada y la aceptaron como una reencarnación, con toda la inusitada naturalidad que provoca un fenómeno tan increíble. La tía Chayo dio explicación de por qué a la pequeña Juana le gustaban tanto las trenzas, a diferencia de todas las otras sobrinas, y por qué le gustaba pelear a la menor provocación, como si fuera una abogada innata, además, para acabarla de rematar, la carita de Juana era idéntica a la de su abuela. Dicen que Leonor no se dejaba, que se peleó varias veces cuando la ofendían por limpiar casas ajenas, acá en la Ciudad de México donde trabajó de adolescente, y que amaba sus trenzas de Tepanco de López, que le enseñó su madre Juana, de San Antonio Texcala, allá en Puebla. Leonor tuvo una vida complicada, parió doce hijos e hijas y murió exprimida de tanta explotación en alguna consecuencia de la diabetes.
Chona creció cobijada con la idea de que era una reencarnación de su abuela, cuando viajó por primera vez a Estados Unidos por una beca universitaria, las tías y su madre aplaudieron, ¡vaya Leonor, lo está logrando!, ¡claro, mira que en su vida pasada le tocó lavar pisos ajenos y ahora viaja de estudiante! ¡qué lista es! Chona que sabía era su reencarnación sacaba su pecho y decía ¡qué brillante es Leonor, debe estar feliz de ser yo ahora!
Cuando Chona se tituló, una pajarita no dejó de cantar todo el examen. ¿Lo escucharon?, preguntó Irma, la madre de Juana, a sus otras hijas, ¿escucharon que vino su abuela paterna? No escuché nada, dijo una; creo que mamá enloqueció, dijo otra, se rieron entre sí porque su madre tenía el don de hablar con las aves, pero ellas no entendían mucho de eso. ¡Ay, pero qué niñas! dijo Irma, vino Leonor a cantarle a su reencarnación, no paraba de lo emocionada, se escuchaba en todo el lugar, andaba cante y cante la señora. La jovena Juana sonreía como súper estrella a sus amigas por su logro, pensando en los viajes que hará con Leonor, esa Leonor que ya fue en alguna vida. ¿Te imaginas? le está yendo bien a Leonor, que en dos o tres años nos vamos a otro país a estudiar, además hoy es lesbiana y no está casada, ¡qué manera de reencarnar! Chona está feliz de ser la reencarnación de su abuela paterna y le hace justicia cada pasito.