Lo más revolucionario que viví en mi juventud universitaria fueron paros mixtos donde una bola de gañanes terminaban abusando de las mujeres que llamaban «compañeras». El olor a su orina en los pasillos, su asquerosa droga y el alcohol a mares. Entonces eso era lo común y lo más «revolucionario». Nadie, ni la más convencida de izquierda, en esa época, quizá imaginó que unos pocos años después las estudiantas, las de la fuerza vúlvica, tomarían las facultades para exigir justicia ante tanta violación, feminicidios y abusos en la universidad. ¿Alguien sabe cómo se hacen los paros si la historia reciente solo apunta a hombres orinándose y drogándose en la biblioteca central? Ellas lo averiguarán, a su tiempo, con sus errores, entre las infiltraciones que les están haciendo, con sus errores de comunicación, con las regalonas que nunca faltan, pero al menos lo están intentando y con eso tenemos para dibujar juntas un futuro no tan lejano, un futuro que es presente. O como les digo, lo más fácil es saber qué no queremos, sencillo: hombres; lo más difícil es averiguar cómo lo construimos juntas, y ese inicio nos lo merecemos todas, es ahí donde empieza el trabajo apenas, no es para mañana, ninguna tiene la solución ni la obligación de cumplir con expectativas ajenas, pero los intentos así de fuertes y alocados, es de eso que se hace la esperanza de volver a la ginosociedad; y también de los errores que vengan, seguiremos aprendiendo por dónde no es, en este contexto tan posmo que nos quiere seguir convenciendo de no ser la lucha histórica de nuestras ancestras, pero sí somos, somos ellas, somos todas, las de la fuerza vúlvica.
