Días de precumpleaños. Esta temporada me ocurre que me es difícil reconocerme. Me encuentro pensando ¿yo hice eso? ¿y de dónde saqué la fuerza? ¿y esa seguridad? ¿por qué escribo? ¿por qué me atreví a ser esta que soy? ¿y por qué sigo insistiendo? Hago cosas con la naturalidad que cualquier día de vida exige, como todas las personas, pero después, al reconocer el camino, lo andado, los pasos bien plantados que nadie más dió que yo, me abrumo, no quiero ver, es como escucharse por primera vez la voz en la radio, leerse en un texto recién escrito ante desconocidas, pero estoy viendo, me estoy escuchando, me estoy observando, es como admirar de lejos a alguiena que te gusta, me gusto, les confieso para el horror de quienes insisten en que las mujeres nos odiemos, para el disgusto de quienes quieren controlarme a través de la difamación que hacen de mí, me gusto, mi nariz, mi panza, incluso mis barros, mi abundante cabello, mi papada, mis piernas. Me pongo a mirar los pies de mis otras yo, los rastros, las huellas, esas que fui, que sigo siendo, pero que ya no soy como eran antes, aunque sigo siendo, llena de mis tiempos, de mi propia vida. Se está cerrando adentro de mí algo que no sabía que estaba abierto. ¿Saben cómo se siente? Se siente a que es mi hora de descanso, mi tiempo de comer naranjas a gajos, de mirar atardeceres rojizos como gises en el cielo, amaneceres de nubes rosas, de amarrarse bien las agujetas de los tenis antes de seguir trotando, cambiar el color de la cangurera, llenar la botella con agua para seguir. Así se siente estar a una semana de cumplir treinta y uno, como un sorbo de agua, como un respiro, como un pequeño descanso.