Hace varios días se difundieron las imágenes del nuevo telescopio espacial de la nasa. Las imágenes proceden del pasado por los años que tarda la luz en viajar, es decir, miramos el pasado con el nuevo telescopio porque la luz apenas llegó aquí, es a su forma, una máquina del tiempo. Lo que vimos tiene una antigüedad de 4 mil millones de años, es una ventana a algo que ya no sucede, pero sigue sucediendo porque aún se puede percibir aquí y se podrá percibir mañana en lugares más lejanos a nosotras. Desde diferentes cosmovisiones ancestrales latinoamericanas el tiempo no es lineal sino justo este círculo, por eso la insistencia de conocer el pasado para mirar el futuro porque vuelve a suceder, o bien, no deja de suceder. Los hombres occidentales apenas lo están constatando, nosotras ya debíamos saberlo, las ventanas del futuro son siempre ventanas del pasado. Desde esta tranquilidad puedo decirles que mirar el futuro es volver a mirar a las ginosociedades, los mundos antiguos de mujeres destruidos por el patriarcado, que a su modo siguen ocurriendo y volverán a ocurrir. Y si trasladamos esto a un plano personal, mirar al futuro es volver a nosotras, a nuestro principio, a un útero de mujer.