Mis grandes maestras

Mis hermanas pequeñas han sido grandes maestras. Recién entra mi hermana la de 23 a casa. Me cuenta que un señor anciano estaba jugando a ser «caballero» en el área de mujeres del metrobús. Iliana paró la actuación diciéndole que si quería respetar que se fuera del área de mujeres. Las mujeres alrededor, como a veces para nuestro infortunio ocurre, empezaron a atacarla: «no te está haciendo nada», «a ti nunca te van a acosar», «nos pondríamos de tu lado, pero no te están haciendo nada». Mi hermana ni siquiera pidió que se bajara, como suele hacer –porque ella con una seguridad que aún no logro explicar de dónde sacó, es experta en jalar la palanca del metro o gritar a los policías–, pero esta vez solo le dijo que ahí no iba. Un señor abordo también le grita: «estás mal, estás enferma, tienes problemas de socialización». Mi hermana respira, se sirve comida mientras platica lo que le pasó hace una hora, «me tuve que bajar una estación antes», sirve un poco de agua en su vaso, ¿y no te pusiste a llorar?, pregunto porque quizá a mí me habría pasado, ella contesta que no, porque es como en Grey’s Anatomy. «No estaba hablando con ellas, estaba hablando con su tumor», sentencia mientras me comparte de sus alimentos. «¿Ves que en Grey’s Anatomy dicen que no hablan con el paciente sino con el tumor?», no me acuerdo, o quizá sí, pero solo vi pocos capítulos. «Pues así les pasa a ellas, no estamos hablando con ellas, sino con su tumor, con lo que han internalizado, así que ni me enojé ni lloré».

Deja una respuesta