Mi forma de amar

Es verdad, pensé, podríamos encerrarnos a hablar quince horas seguidas, intercambiar los platos del desayuno por los de la cena, encimarlos en el fregadero para que se acumulen esperando a que nadie los lave, seguir hablando, dejar que nuestros cabellos se engrasen, olvidar las calles, encontrar las grietas de nuestras cuerpas, deshacerlas, volverlas a encontrar, olvidar el sol de las ventanas, mirar colgadas las estrellas, escucharnos cantar, encerrarnos frente a las computadoras, descubrir un debate pendiente a las doce de la mañana, atender la hora de despedida, dejarnos de ver un año, olvidar escribirnos, reunirnos para el grupo de estudio, ofendernos porque entendimos mal, escribirnos, retornar, crear un proyecto nuevo, olvidarlo, retomar otro, pactar una fecha que no llega, encontrarnos en la ciudad, ir a un evento que me disgusta más a mí que a ella, perdernos en un tema y seguir siendo amigas. «Eres una clavada teórica y tienes que aceptar lo mucho que te gusta deshacer al mundo y luego correr hacia ese desquiciado vaivén donde nadie puede detenerse sin ser aplastada», la escucho a lo lejos, la imagino con el sol lastimándole la cara. «No soy», contesto. Y lo sé, pero no le confirmo, puedo encontrar hogar en las conversaciones de quince horas, en días sin inicio ni final, entre silencios y charlas siempre de la vida, siempre de nosotras, cómo negar que eso entiendo por amor con la mujeres que amo, cómo negar que cocinarnos juntas en el minidepartamento es la prueba máxima de intimidad mientras ellas me cuentan de sus conclusiones internas y aderezamos con un toque de la psicóloga en común, cómo negar que me gusta la conversación antes del mediodía en la calle de enfrente mientras me cuenta de sus gatos y de la amora que se fue, la que vino. Aún así lo niego, «no soy una clavada de nada, no soy una intensa de nada», y ella con el sonido escandaloso de las aves de su jardín me da el avión: «No eres», como quien le da un dulce a una adicta al caramelo y me acaricia el puchero en medio del pecho para que se deshaga.

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