Enloquecernos

Hoy recordaba una metodología, entre tantas, de enloquecimiento de las mujeres, ésta consiste en hacernos creer que somos lo que inventaron que somos. Al principio una puede identificar la mentira: «Yo no soy eso». Pero luego una comienza a dudar de sí misma por el nivel de repetición de la mentira, y a veces, de gente diciéndola en artimañas de acoso moral: «¿Será que sí soy lo que dicen que soy?» Aquí empezamos a entrar en terrenos peligrosos, una puede aprender de la opinión ajena hasta cierto grado, pero no podemos creernos toda la versión, porque una vez convencida de que la gente sabe mejor que tú quién eres, te tienen atrapada en sus redes, atemorizada y sin seguridad al punto de la locura, así logran aislarte porque ahora tienes miedo de seguir siendo lo que dicen que eres y tú no sabías que eras. En este punto es crucial dejar de escuchar afuera, hay que cerrar puertas y ventanas. Y aquí son indispensables las amigas, las mujeres que nos aman. Las amigas suelen mirarnos y decir: «No, no eres eso», pero una no lo cree: «¿Crees que no soy eso?, lo dices porque me quieres» y ellas repiten: «No, no lo eres». Yo a veces he dudado de mis amigas, y hasta de mis psicólogas, pero ellas con suma tranquilidad me miran igual: «No, no eres eso». ¿Cómo pueden saberlo si la gente dice que soy otra cosa? y ellas están ahí tan seguras, impávidas, contestándome como diciendo una obviedad tan simple que ni merece más tiempo que una sentencia corta. Otras veces me ha tocado ver a mis amigas en procesos similares, las observo siendo una ave colorida sobrevolando los cielos y atardeceres, sin embargo, ellas preguntan: «¿No crees que soy un cocodrilo malvado?» y tú las miras, su plumaje de colores, sus alas desplegadas y contestas sin sorpresa: «No, no eres», como diciendo una obviedad, porque la es.

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